miércoles, 6 de abril de 2022

El humor de los años veinte del siglo XX en LVG

Si las ilustraciones y los textos de los anuncios publicitarios, entre otros aspectos, nos acercan a la moda, la vida en las casas, el ocio, el canon de belleza y el cuidado del cuerpo, la salud o las nuevas tecnologías de entonces; de igual manera, el humor ilustrado de las viñetas de la sección «Del ingenio ajeno» (I)  (II)  (III) (cliquee para descargarlas), encontrado en esas mismas páginas que informan de Sanxenxo, es un arma, que en su crítica desenmascara o, cuando menos, revela estereotipos y costumbres de la mentalidad de la época. 

El maestro ante el alumno, con libro en una mano y regla en otra, en planos distintos, es la imagen de una escuela que debiendo cumplir la función de acercar la realidad de la vida, sin embargo está distante: « —Suponte que debemos al panadero 30 francos; al carnicero 25; y al tendero 50. ¿Qué resulta? —Que tendremos que mudarnos». La vida por delante de la escuela es la lección del alumno al profesor. Emigración y pobreza van de la mano en tiempos de desigualdad, como la picaresca o la delincuencia pueden ser una cuestión de supervivencia, « —Vamos a ver: ¿Qué es lo primero que haces para una sustracción? —Mi(r)ar al rededor (sic) por si viene alguién (sic)». Si nos ponemos serios y sesudos, a la vista de alguna viñeta, parece que el hecho de la infantilización de la sociedad, que mantienen algunos estudiosos de hoy en día, viene de lejos, y no es cuestión solo de la juventud «Me entristece ver a un hombre maduro divirtiéndose como mi hijo menor». Claro que siempre hay quien no se entera: «La profesora en obstetricia —Señor, es un niño. El padre (distraído): —Dígale que pase».































En el ejercicio profesional, se evidencia la deficiencia sanitaria: «—El dentista no consulta hoy, señor. Tiene dolor de muelas»; la pereza y holgazanería siempre está ahí, al acecho, por parte de algunos malos profesionales: «—Es la tercera vez que le encuentro a usted durmiendo hoy! (sic) —Sí, pero entre sueño y sueño estuve trabajando» o la duda, o no tan duda, de los medios utilizados por algunos para alcanzar la riqueza: «Yo nunca abandoné mi ramo de negocios. Primero tuve una fábrica de embutidos ahora tengo un establo de caballos». En lo referente a la economía, ya se sabe siempre hay quien va en ascensor y quien no: «—Yo nunca uso el ascensor, aunque lo hay en casa. —¿Por economía? —No; es que vivo en el bajo». Es una cuestión de resiliencia, que se dice hoy en día. Claro que, tanto ayer como hoy, la realidad se impone cuando los beneficios son insuficientes para asegurar el pago de impuestos: «—Usted tiene por pagar los impuestos. —Espero a que baje el franco».


















































A los ojos de hoy, el papel de la mujer en la sociedad de la época presenta una visión trasnochada. Así, la consideración de un ser débil: «—Antonio, levántate creo que hay un ratón. —Bueno, chica; imagínate que hay también un gato y duérmete», de mujer ligera en el vestir y las implicaciones que hacen que la abuela advierta a la nieta: «—Mira, niña; tu madre te va a reñir por poner un vestido tan ligero. —Sí, lo temo, porque es el de ella». De ahí la necesidad imperiosa de casamiento: «Mary: —Oye, querida, soy feliz. Me casaré muy pronto. Juanita (al aparato): —¡Qué sorpresa me das! Y ¿hace mucho que lo conoces? Mary: —Espero que me lo presenten en una fiesta que habrá esta tarde». Es la mujer quien sufre la actitud de misoginia y de culpa por su supuesto poder manipulador dentro de la institución matrimonial «—¡Como se cambia! ¡Mira a Juan que se casó con la mecanógrafa! —Sí; pero no veo el cambio. —Hombre; antes era él el que dictaba». En la parte económica, con el desgaste de las relaciones del acuerdo, también es la mujer la que resulta despreciada o no ser tenida en cuenta por el varón: «LA SOMBRERERA: —¿Qué modelo cree usted que sienta bien a su señora? EL MARIDO: —El que traía puesto».






















































Otras problemáticas tratadas tienen candente actualidad, por su relevancia o porque el método para resolverlas no parece el más adecuado. La violencia, el hábito de fumar: «—¿Le molesta a ustedes que fume un cigarro? —empiece usted y se lo diremos»; otras, cuestiones a debate, pendientes de resolver, como el medio ambiente: «—No pican. Está el agua muy sucia y los peces no vén (sic) el cebo. —Hombre; use usted gusanos de luz». En cuestiones de ciencia, y hablando del tiempo, siempre están los que no confían: «Ya que el observatorio anuncia buen tiempo llevaré el paraguas».











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