miércoles, 6 de abril de 2022

La casa de la Troya, la novela y su primera versión cinematográfica

 

La casa de la Troyanovela romántica y costumbrista, escrita por Alejandro Pérez Lugín (1870-1926) en la localidad coruñesa de Sada en 1914 y publicada en Santiago de Compostela en 1915, se ha convertido en una clave a la hora de mostrar cómo era la sociedad y la vida cotidiana de la juventud universitaria en una pensión de estudiantes y la sociedad de Santiago de Compostela a finales del siglo XIX. El propio autor la subtituló Estudiantina. Se han señalado conexiones con las llamadas novelas de campus, entre las que se encuentra El último estudiante (1883) de Emilia Pardo Bazán.


Del éxito de la novela, con una portada en la primera edición de Castelao, Premio Fastenrath otorgado por la Real Academia Española, dan cuenta sus más de cien ediciones. Ocupa el tercer lugar entre las obras que más veces se editaron en lengua española. Ha sido traducida a varios idiomas y ha sido llevada tanto al teatro como al cine en numerosas ocasiones. Cuenta con una casa-museo homónima en Santiago, inaugurada el 27 de febrero de 1993.


Portada de la primera edición


En la ficción, en esta casa se aloja el personaje principal, Gerardo Roquer, y sus compañeros de estudios, un joven madrileño que lleva una vida desordenada en la capital de España y es obligado por su padre a estudiar la carrera de derecho en Santiago, algo que él interpreta como un destierro.

La novela, basada en las experiencias autobiográficas del estudiante Pérez Lugín y ambientada unos años más atrás, nos permite una aproximación a la sociedad de entonces. La trama amorosa del protagonista y Carmiña, ingenua y dulce, es un pretexto para pintar la desenfadada y pintoresca forma de vivir de los estudiantes compostelanos; sus picardías, su forma ingeniosa para poder vivir sin dinero y aprobar sin estudiar. Un superficial retablo estudiantil que crea una imagen tópica de los estudiantes y transmitida a lo largo de los tiempos, con detalles de las actividades sociales relevantes de entonces, como lo eran el teatro, los bailes, las serenatas, los paseos, aspectos de la vida rural, junto a tradiciones y leyendas gallegas. Es de destacar la manera en la que la obra refleja las cuestiones de género determinadas por las costumbres sociales o la educación de finales del siglo XIX. Un espejo de un mundo de hipocresía dominado por el hombre y donde se veían como normales aspectos como el sometimiento al poder patriarcal o el sufrimiento femenino por la falta de libertad. Los estereotipos del ángel del hogar que la sociedad imponía, convenciendo a hombres y mujeres de que la mujer debía de ser madre y esposa obediente dentro del hogar, «Carmiña era hermosa, elegante, inteligente, discreta, tenía mucho ángel». Una visión de las mujeres dependientes, ingenuas, pasivas y sexualmente reprimidas; mientras que los hombres se mostraban, sexualmente sin ataduras, inteligentes, valientes y duros. Una imagen también retratada en la publicidad y en el humor de la época presente en las páginas de LVG. 

Cartel de la película (1925)
La primera versión cinematográfica  (1924), dirigida y con de la adaptación de la novela homónima llevada a cabo por el propio autor del texto, Alejandro Pérez Lugín, escritor, periodista y cineasta, es una cinta muda, en blanco y negro, con una narración que, junto a los espacios interiores, «se enmarca en los exteriores de Santiago y otras localidades gallegas con la seguridad de que los vecinos iban a querer ver reflejados en la pantalla sus pueblos y ciudades» (María Vaquero Argelés, “La Casa de la Troya. Una visión de Galicia en papel y en nitrato”).

En 1925, Troya Films la estrenó en La Zarzuela de Madrid al mismo tiempo que en Barcelona. En Galicia, la película se estrenó en el Teatro Linares Rivas de A Coruña y mereció el aplauso tanto del público como de la critica.  Apunta María Vaquero que «en numerosos planos y escenas podemos observar, además de los paisajes de los que estamos hablando, a numerosos extras reclutados en las mismas localidades de rodaje que aparecen realizando sus faenas cotidianas. Así tenemos a la lavandera, la lechera, los aventadores de paja, las cantareiras de la romería...». 

La película, al igual que la novela,  tiene un tono burgués y muy al gusto de la época. Los personajes usan el uniforme de su oficio y el teatralismo en la empatía con el espectador, incluso secundarios, como "Panduriño" en su papel de sujeto de origen desconocido que con su esfuerzo personal, sin amenazar, burlar ni estafar, eran primados por la sociedad, son del aprecio y del aplauso del público. De igual manera, los espacios de Compostela son tributarios de una arquitectura institucional y un marco escenográfico complaciente: la Universidad, Casino, cafés, sociedades, el Paseo de la Herradura, la Catedral, el abandonado Cuartel de Santa Isabel..., pero también la cámara se recrea en mostrar localidades y el paisaje de Combarro o Vigo con la intencionalidad de captar al máximo número de espectadores para el arte cinematográfico recién nacido.

La casa de la Troya, tanto como novela como película, no solo se basa en una historia estudiantina que evoluciona y termina de manera positiva y afianza la construcción del tópico de «la tierra gallega, con esa lluvia eterna que embellece los paisajes, con sus gentes cariñosas y de aferradas costumbres»,  por cuya visión de Compostela y Galicia, y de «lo más superficial y efímero», recibió severas críticas posteriores como la de Gonzalo Torrente Ballester, al ajustarse a «una sociedad anclada en los años bobos de la Restauración» (Antonio Bonet Correa, “Santiago de Compostela en tiempos de La Casa de la Troya); sino que también es un espejo para examinar realidades como la de las mujeres de aquellos años o el asunto amoroso como objeto de intereses paternales. «Las mujeres de clase alta eran educadas (Carmiña en uno de los mejores colegios de París), pero las mujeres de clase más baja no tenían acceso a la educación, pocas eran instruidas y se dedicaban en su mayoría al servicio doméstico o al campo. Si bien, en dos mundos tan aparentemente distintos y distantes social, cultural e ideológicamente, hay puntos en común por el simple hecho de nacer mujer, tanto Generosa como Carmiña, se dedican a su casa: la patrona debe reconvertir su casa en medio de vida sacrificando sus propias comodidades y atenderá no sólo su casa, sino también a sus estudiantes. Y Carmiña recibe una educación que se reduce a clases de música, francés y trabajos de aguja, como coser o bordar, o lo que es lo mismo: sólo se la educa en materias específicas de la condición femenina, (...). El ámbito de acción de ambas es por tanto, el doméstico y ninguna de ellas tenía autonomía económica, eran dependientes del marido o del padre, hecho que las convierte en invisibles  de cara a la sociedad siendo el único fin de cada una de ellas conseguir un buen matrimonio». Tanto la pensión-museo como la novela-película, son «ejemplos de lo que significaba vivir en una sociedad patriarcal y en una época difícil para las mujeres, que todavía tenían poco peso» (C. P. Lorenzo y M. D. Villaverde, “Un museo de novela. La Casa de la Troya, y la realidad de las mujeres del XIX a través de sus protagonistas femeninas”). 

Restaurada en el año 2003, se conserva copia de la película en la Filmoteca Nacional y en el Centro Gallego de Artes de la Imagen de A Coruña -CGAI-. 


 
 La casa de la Troya (1924) (Disponible en Youtube)

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